jueves, 31 de diciembre de 2020

2020, año cero.

Comienzo a escribir esto hoy, 29 de octubre, con el fin de contar con el tiempo suficiente para poder expresar lo más acertadamente posible lo que ha significado este fatídico 2020.

Por decirlo de alguna manera: Nunca tuve tantas ganas de que un año, en el que me han ido medianamente bien las cosas a nivel personal, terminara.

He viajado más que en los últimos tiempos, viví experiencias nuevas, se casó uno de mis mejores amigos, recuperé antiguas amistades, conocí gente nueva, pude ampliar mi formación y además encontré trabajo.

Todo salió a pedir de boca. Sin embargo, de poco vale que mi año haya sido bueno cuando miles de personas ya no están entre nosotros por culpa de este maldito virus que nos ha cambiado la forma de vivir sin previo aviso.

El sentimiento predominante la mayor parte de este año ha sido el miedo. Miedo a contagiarnos, miedo a contagiar.

Quiero y necesito pensar que, a poco que pase algo bueno, el 2021 será mejor que este maldito 2020.

Confiemos en que gracias a la vacuna y la responsabilidad de la gente (La mayoría), al final de 2022 podamos hablar del Covid-19 en pasado.


Feliz año a tod@s y, desde aquí, mi recuerdo para todas aquellas personas que perdieron la vida a causa de esta pandemia mundial.



domingo, 6 de septiembre de 2020

La muerte silenciosa

Cuan atrevida es la ignorancia que nos hace creer que los sentimientos se combaten poniendo tierra de por medio, tomando distancia física y emocionalmente.

Te distancias de la persona en cuestión para evitarte sufrimiento innecesario.
No hablas, no preguntas, no quieres saber... No te atreves a indagar por lo mismo de siempre, por el miedo a sufrir al averiguar que ha rehecho su vida y que por lo tanto supondría acabar con las escasas esperanzas que aún conservabas y que tanto te empeñas en negarte inútilmente.

Pasan los días, las semanas, las horas y ahí estás, martirizado por la incertidumbre e intentando constantemente enterrar los bellos recuerdos a costa de desempolvar los malos para obligarte a no amar.
La indiferencia como inalcanzable objetivo, el amor latente como rotunda realidad.

Tiempo después empiezas a ser consciente de que tu mente vuelve a la normalidad. Aquél profundo dolor deja de escocer y pareces preparado para continuar con tu caótica existencia... Hasta que un día el destino caprichoso te la vuelve a poner en el camino y las aguas mansas se tornan en tsunami desatando de nuevo esa infernal tormenta que ocasiona la épica lucha entre amor y ego.

domingo, 9 de agosto de 2020

Sueños siderales

Para un ciego, poder ver.

Para cualquier persona, poder volar.

Para un "sintecho", tener techo.

Para un pobre, ser rico... Y para un rico, ser más rico.

Todo el mundo tiene algún sueño imposible de cumplir, aspiraciones en forma de "Ochomil" sin bombona de oxígeno.


En cuestión de metas, vamos todos tan sobrados que incluso nos permitimos el lujo de tener alguna imposible en la recámara por si algún día se nos agotan.


Sabemos lo frustrante que es ver como fracasas una y otra vez a la hora de alcanzar una meta pero aún lo es más la ausencia de ellas.

En mitad de un desierto de oscuridad buscas desesperadamente un haz de luz  que te oriente de nuevo. Por eso, si esa luz no aparece, el puro instinto de supervivencia crea esa referencia lumínica de manera artificial.

Por ejemplo:

Cuando llevas tanto tiempo en el ostracismo, de repente, un simple curso lo conviertes en una meta.

O, tal vez, ya no recuerdas la última vez que sentiste algo parecido al amor. Entonces se te cruza alguien tan brillante como lejana, cual cometa y automáticamente, tu mente, genera una nueva meta.

Las circunstancias no invitan al optimismo pero eso, ahora, es lo de menos. En lo que surge un objetivo más realista, esta utopía, será la prioridad de todos tus sentidos.


Si se nos agotan los sueños nos los inventamos.

martes, 4 de agosto de 2020

Lo intrincado del universo

Fue raro. Fue la primera vez que posé mi atención sobre un "espécimen" igual.
De ella no me atrajo su rostro (que también). Tampoco su físico (que también). Ni siquiera su simpatía (que también).
Lo que me atrajo sobre manera fue su madurez. Su madurez mental a la par que frágil.

Siempre he tenido la aspiración de tener una relación con alguien mentalmente estable ya que nunca fructificaron mis relaciones con chicas igual de inestables que yo o incluso más.
Esa estabilidad y serenidad que desprende hasta cuando camina, hablando claro, me pone. Me pone hasta el punto de no poder reparar en lo inviable de esta empresa.

¿Cómo un don nadie acomplejado y patético va a poder despertar sentimiento alguno en una persona con una vida sideralmente opuesta a la mía?
Es como si pretendiera partir desde mi caótico y minúsculo planeta llamado Fracaso montado en un avión de papel y salvar airosamente la inexpugnable atmósfera del suyo.

Piel suave y pintada.
Cabello oscuro y ligeramente ensortijado. Casi puedo leer su historia en su melena.
Semblante sobrio y mirada vulnerable.
Todo ello conjugado forma un pequeño sistema en el que orbitar plácidamente.
No existe gravedad, ni se demanda.
No hay atisbo de luz salvo la de sus ojos.
El único miedo en miles de años luz que existe es el temor al cataclismo que produciría el "Big bang" de la colisión entre mi imprudencia y su realidad.

Mi desasosiego es absoluto al pensar en la crueldad de los elementos.
Maldigo al tiempo, al espacio y a la puta materia por hacerla tan esquiva durante tantos años.
Distancia temporal tan grave que ahora siento el dolor de ese golpe que ya no existe.

Existen infinitos planetas y universos. Que los nuestros coincidieran, aunque sea en este tiempo de entreguerras, es una paradoja espaciotemporal tan retorcida como maravillosa.
Retorcida por el hecho de habernos cruzado a sabiendas de la incompatibilidad de nuestras atmósferas.
Maravillosa por saltar millones de galaxias intermedias por la simple razón de mostrarme un mundo bello, lejos de la toxicidad y las erupciones abrasadoras de energía.
Un mundo que, si estuviera deshabitado, poder colonizar y crear una nueva civilización.

En fin, no queda más que resignarse.
Yo seguiré orbitando en el vacío de este espacio y ella seguirá centelleando desde la inmensidad de su gran planeta. Grande y majestuoso a la par que frágil y cálido.

Creo que he acabado dilucidando que me gustan los amores imposibles, que los busco en cada rincón, en cada autobús, en el escaparate de enfrente y hasta en la vecina del ático.
Supongo que los amores posibles o probables carecen de la emoción suficiente para un tipo acostumbrado a vivir en una escombrera de sueños rotos.
Uno se acostumbra a vivir en un vertedero sentimental y deja de priorizar su felicidad en pos de su vanidad y autocompasión.

¡Objetivo cumplido!
Un amor frustrado más para engordar este decadente blog y una oportunidad menos para salvar este corazón del frío invierno.

lunes, 3 de agosto de 2020

El amor en tiempos del Coronavirus

Bendito teléfono que me obligó a tomar una decisión.
Bendito Covid-19 que lo retraso todo y pudo darme la prórroga justa para coincidir en el mismo tiempo, en el mismo espacio.

Maldita mascarilla que resaltó sus ojos. Esos ojos que me atraparon y no han dejado, desde entonces, de apretar mi cuello.
Maldito espacio que se estrecha entre nosotros.
Maldita su silla que siempre visita a la mía.
Maldita la distancia que nos separó y maldito el tiempo que nos incomunicó.

Sus circunstancias son obstáculos insalvables y mis recursos insuficientes.

Valdría la pena la batalla pero en cuestión de artillería, ella va sobrada pero yo no tengo nada.

sábado, 11 de julio de 2020

10º aniversario de "Sudáfrica 2010"

Ya decía Jorge Valdano que: El fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes.

Me parece mentira que ya hayan pasado diez años. Diez años de aquella mágica noche de Johannesburgo.
Yo, personalmente ya tenía un leve recuerdo de la decepcionante actuación de la selección en "Francia 98". Pero sin duda, lo que más me marcó, aquella impotencia que le generó a mi "Yo" de once años la injusta eliminación de España en el mundial de "Corea y Japón 2002".
La cita mundialista de "Alemania 2006" también fue una gran decepción.
Pero llegó 2010. El primer mundial africano y España era la flamante campeona de Europa con un fútbol que enamoraba. Las vibraciones era distintas.
Desde el 16 de junio se vivieron momentos de decepción, miedo, tensión y épica. La selección española fue desprendiéndose de la tensión y empezó a jugar cada vez mejor hasta que un cabezazo increíble de "Tiburón" Puyol en Durban nos metió en la final de un mundial por primera vez en la historia.

Recuerdo el día 11 de julio del 2010 paso por paso como si fuera ayer.
Recuerdo el calor, el silencio en las calles durante las horas previas a la final. Ni siquiera pude dormir siesta esa tarde.
Sobre las 7 de la tarde hablar sin ningún convencimiento con un amigo para salir después del partido para celebrar la victoria.

Entonces llegó la final.
Con la piel de gallina viví el comienzo de la ceremonia... ¡El himno de España estaba sonando el la final de un mundial de fútbol!
Y a partir de ahí solo recuerdo nervios. Nervios durante 120 minutos que rozaron la taquicardia en ese mano a mano entre Robben y "El santo" Casillas que resolvió Iker con el exterior del pie derecho.
Tras ese momento crítico quedarían mucha más final, la dureza de los neerlandeses y una prórroga que apuntaba a penaltis hasta que en el minuto 116 Jesús Navas se marcaba un carrerón desde campo propio para provocar una jugada trastabillada que culminaba con ese pase de Fábregas a Iniesta para que con una medio volea batiera a Stekelenburg.
Y tras ese segundo de silencio que Andrés dijo escuchar mientras entraba el balón todo el equipo corrió hasta el córner izquierdo para fundirse en un abrazo que unió a España mientras el Soccer City se teñía de rojo.
Después todo fue una locura. En casa, rodábamos por el suelo. Y hasta mi madre, que el fútbol le importa entre poco y nada, vivió la tensión y la felicidad del momento.
Recuerdo salir corriendo hasta la plaza del pueblo y celebrar con amigos y el pueblo entero la que fuera la noche más feliz de mi vida.

sábado, 27 de junio de 2020

El suéter de lino

Hace unos días, al comprobar por puro morbo que la protagonista de mi último simulacro de relación amorosa ya tenía nuevo "perchero, cuelga-bolso" me he dado cuenta de una curiosa circunstancia.
Es graciosa y triste a la vez. Depende de los ojos con los que se mire o del día que haya tenido.

Resulta que casualmente, la mayoría de mis escasas relaciones sentimentales han tenido lugar al final de una estación o al principio de otra. En un tiempo de entre guerras. Mayoritariamente justo después del verano.
Me siento como el último helado en una fresca puesta de Sol tras el tedio, la última bola que se quita del árbol de Navidad y que significa el final de dicha festividad o ese ligue discotequero de última hora que alegra por lo inesperado pero estorba a la hora del desayuno. (O tal vez solo formaba parte de un casting del que fui rechazado).
Digamos que se me puede denominar como una prenda de entretiempo. Ese suéter de lino de las frescas tardes de septiembre.
Algo que se agradece tener a mano cuando tienes un apuro que te pesa cuando el tiempo mejora y el calor aligera el ambiente.
He dispensado abrigo y suavidad, y probablemente haya sonado algún que otro moco.

No es un reproche hacia nadie, ni siquiera hacia mi mismo. De hecho me resulta agradable sentirme útil. Lo malo es que después de sentirse útil no mola tanto sentirse inútil.
Te replanteas el sentido de ciertas cosas, te haces a un lado de la carretera, apagas el motor y acabas haciendo cuentas.
Parece que el reparto de dividendos no ha sido equitativo. Una parte se quedó con el calor, el cariño, la comprensión y la seguridad. Mientras que la para la otra mitad de aquella empresa solo quedaron cientos de bellas palabras vacías, balas intactas en el tambor, un pequeño vacío en mi librería y una historia más finalizada en mitad del prólogo.

Muescas en la culata.
Experiencias gratificantes o no, pero experiencias al fin y al cabo.
El día que sea capaz de definir el patrón de mi propia vida y encuentre, por fin, la paz conmigo mismo, quizás entonces, pueda dejar de ser ese suéter de lino.

sábado, 25 de abril de 2020

¿Qué pasará?

Día 43 de confinamiento y sigo tachando días en el calendario.
Los muertos siguen acumulándose y los contagiados son cada vez más.
Se prevén más días de encierro, meses de aislamiento social y años de depresión económica.

Tras días y días alimentando estas ideas, mi cabeza, enfrento un duro combate entre las ganas y el miedo a volver a salir a la calle, al mundo... A la vida.
Por un lado tengo unas ganas terribles de estar con mis amigos, abrazar a mis abuelos, de besar, de tocar. Tengo ganas de pasear sin motivo y estar en casa por decisión propia.
Por otro lado me invade el miedo por la incertidumbre. Miedo porque salir no signifique aún ser libre, por el cambio de las relaciones personales, por la psicosis, por la miseria que nos encontremos. Tengo miedo porque el mundo oscuro que he descrito tantas veces solo sea un preámbulo de los que nos espera ahí fuera.

En resumen, no sé si estoy preparado para enfrentarme al mundo en estas nuevas circunstancias. Para vivir en un estado de alerta continuo. Para querernos de lejos y disfrutar bajito.

martes, 24 de marzo de 2020

Los abrazos prohibidos

Undécimo día de confinamiento debido a la pandemia que está asolando el mundo en general y nuestro país en particular como es el "Covid-19".
Ya he hecho todo lo que se supone que se debía hacer para amenizar el encierro domiciliario.
Ya he leído la traición de Mosén Millán a Paco el del molino, la monstruosa transformación de Gregor Samsa, la historia de amor y enfermedad entre Hazel Grace y Augustus Waters y la historia decimonónica que narra Dostoyevski en "El jugador".
También he tenido la ocasión de visionar alguna película como "Agua para elefantes", "La trinchera infinita" o "A dos metros de ti", además de alguna serie y conciertos domésticos en las redes.
He tenido tiempo de escribir y entretenerme con algún juego de mesa.
Y música... Siempre música.
Supongo que esto es lo que está haciendo la mayoría de personas que, como yo, permanecemos en cuarentena. Y todo con el fin de permanecer lo más abstraídos posible del drama que se respira ahí fuera.
Imposible. Imposible abstraerse del enclaustramiento "forzado", de la desesperación de esos héroes de bata blanca y mascarilla frente al monstruoso virus, de los caídos, ni de los tocados.
Y en la calle, la desolación.
Te asomas a la ventana con la impotencia en la mirada viendo como implacable y altiva, se pasea la sombra de la parca por las calles huérfanas de ruido.
El tiempo pasa, los muertos se amontonan, los infectados se cuentan por miles y los días caen sobre nosotros como una losa.

Nunca he sido un gato callejero pero en estos momentos, mi casa, parece cada vez más pequeña.
Me mata el absurdo intento de ignorar la tragedia mientras miro con asombro y horror como los expertos se convierten en una especie de "Mr. Wonderful" con el fin de que permanezca impasible ante las noticias de nuevas muertes.

Por otra parte nos dicen que, dentro de la catástrofe, lo positivo que podemos sacar es la heroicidad de los sanitarios y demás trabajadores que velan por mantener los servicios mínimos en este estado de alerta.
También se habla de la solidaridad entre vecinos. La hermandad que se ha creado en los barrios desde los balcones y la necesidad de cariño entre familiares y amigos que el confinamiento mantiene separados.

Después de decir todo esto solo pediría unas pocas cosas para el día que todo esto acabe y a muchos solo nos haya parecido un mal sueño.
Pediría mucho más reconocimiento y recursos para los servicios sanitarios.
Un recuerdo eterno para las miles de víctimas que se fueron en soledad, sin el abrazo de los suyos porque el virus lo impedía.
Y sobre todo, me gustaría que los abrazos y besos que hoy extrañamos los devolvamos con creces cuando el virus nos lo permita y que nadie vuelva a negar un saludo al cruzarse con ese vecino que ahora es nuestra única conexión con la humanidad.
Hagamos que toda esta tragedia, que todos nuestros muertos no hayan sido en vano y aprendamos de todo esto.
Espero que el día que salga por la puerta de casa el mundo, la sociedad, haya cambiado tal y como la conocemos.

¡Juntos podemos!

martes, 11 de febrero de 2020

Héroes de poster

El mundo está lleno de gente emocionalmente curiosa.
Ven la "basura espacial" que orbita a tu alrededor y no se si movidos por la curiosidad o por esa necesidad que nos generan las comedias románticas de vivir un amor intensamente tormentoso con final de cuento y perdices de por medio se adentran en tu mundo esperando encontrar a alguien profundo.
Pero cuando lo que encuentran es un ser atormentado y destruido salen despavoridos.
La verdad es que no debe ser nada divertido desperdiciar nuestro preciado tiempo junto a un tipo que no finge ser oscuro solo por parecer interesante, sino que verdaderamente su vida es una especie de mundo postapocalíptico, con el viento silbando en el vacío y la atmósfera rebosando toxicidad durante los próximo mil años.

Tal vez, esa gente, tenga la necesidad de sentirse egoistamente héroes y quieran experimentar la sensación de haberte salvado la vida y tú te veas obligado a estar agradecido de por vida.

¡Perfecto! Has ascendido de categoría. Pasas de ser un ser insignificante más de La Tierra a sentirte como un gatito desvalido que ha quedado atrapado en la rama de un árbol y al que algún alma caritativa viene a salvar.
Pero resulta que detrás de todo eso hay una persona emocionalmente inestable, vulnerable. Con cantidad de problemas y varias heridas aún por cicatrizar.
Entonces, de repente, aparece alguien a quien extrañamente pareces interesarle. Se preocupa por ti y hace que te preocupes por ella.
Habláis del amor, del trabajo, de la familia, de la vida, de todo en general. Habláis durante horas sin que ese tiempo pese más que una pluma.
Te hace sentir especial. Tan especial que hasta parece que el corazón vuelve a latirte.
La sensación es de andar por el arcén de una carretera desierta durante horas. Te sientes solo y cansado de la vida a una hora intempestiva.
Estás apunto de tirar la toalla cuando las luces de un coche aproximándose te ciegan y se frenan justo a tu altura.
¡Salvado!
Pero después de unos kilómetros, cuando ralentiza la marcha y te lanza por la puerta de una patada, descubres que solo fuiste una anécdota que contar cuando acabe su viaje. O quizás le vencía el sueño y te subió porque solo necesitaba conversación y alguien que le reafirmara un poco más su autoestima.

Finalmente, esta emocionante historia acaba con un giro de guión inesperado. El héroe de este cuento sigue a toda velocidad hasta llegar a su destino como si tal cosa y tú te quedas tirado en el arcén cual colilla que se tira por la ventanilla pero aún más lejos de casa que antes.

martes, 21 de enero de 2020

El título iba a ser "Mérida"

Hace no mucho tiempo, cuando vagaba por el más árido desierto sentimental, ocurrió algo. Un vendaval tan fuerte que trastocó mis planes e hizo que me arrancara a escribir estas lineas que siguen a continuación:

30 de septiembre de 2019

Años conduciendo con la vida al ralentí buscando en cada esquina aquello que no te espera.

Años con la toalla rozando el asfalto mientras saltaba de fracaso en fracaso. Mientras sanaban las heridas de los balazos de cientos de guerras entre el deseo y la realidad.

Todo parecía yermo, como si una nueva glaciación hubiera asolado de nuevo el planeta.

Entonces, en mitad de una persecución contra el tiempo, se cruzaron dos almas.
Esas dos almas eran gemelas. Gemelas en daño, gemelas en dolor, en miedo, en ideales.
Igual que cuando te encuentras a un gemelo que no sabías que tenías. Los dos, se mostraban nerviosos y reticentes.
Después de tanto infierno no parecía creíble este edén.

Como se puede apreciar, jamás lo terminé. No tuve tiempo... O más bien dicho, no me dieron tiempo.
El mismo cataclismo que originó esa maravillosa tormenta eléctrica que cargó de un plumazo todas mis ganas de vivir y sentir también propició con un gran trueno inesperadamente precoz el apagón general.
Al final todo resultó tan intenso como fugaz. Un breve apunte en el margen de una hoja del libro de la vida de quien sea.
Lo malo es cuando esas escasas palabras son lo único que hay escrito en la misma página de tu libro.

Y con ilusiones bajo la manga, intenciones en el bolsillo, decenas de libros en la estantería y un texto a la mitad acabó esta historia. La historia que sucedió en el margen de la página de un libro.

18 años... Y parece que fue ayer

Aún recuerdo la insistencia de mi madre aquella tarde de invierno para que pasara la noche en casa ya que por circunstancias de trabajo de mi padre estuve un par de años en casa de mis abuelos.
Una vez en mi casa, mi madre, nos reunió a mi hermana y a mi en su cama y nos entregó un artilugio de plástico con un par de marcas rojas en una pequeña ventanita. No podía creerlo. Aquello que tanto queríamos por fin se cumplía. Íbamos a ser uno más en la familia... Que acabaría siendo una.
De repente parecía que nos habían dado los regalos de las 20 próximas navidades de golpe.
Desde aquel día ya nada sería igual. Todo había cambiado. Desde ese instante sabíamos que cada momento de nuestras vidas sería, al menos, un poco mejor.

Fueron meses increíbles, viendo como el vientre de mi madre crecía irremediablemente. La felicidad, la impaciencia y la curiosidad se apoderaban del ambiente.
Tras mucho tiempo debatiendo y a pesar de mi opinión, la decisión ya estaba tomada. Se llamaría Ainhoa.

Era 20 de septiembre. Cuando el mundo aún temblaba con aquel "11S" tan próximo y yo me volvía a adaptar mi casa, a mi colegio y a mis compañeros.
Ese día la ansiedad y la expectación flotaban en el ambiente de mi casa hasta que bien entrada la tarde sonó el teléfono. Mi padre nos comunicaba que tendríamos que hacer todos un pequeño hueco más en nuestras vidas pues ella ya estaba aquí.
Recuerdo con detalle el pescado que cenamos y lo poco que dormí aquella noche hasta que después de volver del colegio, al día siguiente, ni comimos y raudos fuimos hasta el hospital.
Al cruzar la puerta de la habitación, efectivamente, allí estaba. Aquello cuanto habíamos soñado estaba durmiendo como si tal cosa en una cuna de hospital.
Podía dormir tranquila, pues desde aquel día se convertiría en la prioridad de todos eclipsando todo lo demás.

La vi crecer. Sus primeros pasos y bailes al ritmo de la música de mi radio cassette y esos primeros balbuceos que soñaban con ser palabras. Aquellos paseos de domingo con mis amigos y en mis brazos, ella.
No fue una hermana. Nunca fue solo una hermana, pues con mis escasos 10 años hizo cambiar mi manera de ver el mundo por completo.
Ir al quiosco los domingos se convertía en la escusa perfecta para sacarla a pasear y presumir.
Pasé del nervioso insomnio por ver mis regalos de Reyes al de ver su reacción frente al árbol de Navidad.

Durante todos estos años he celebrado sus victorias, he sufrido con sus derrotas, he sangrado sus heridas y me he reído con sus chaladuras.

Hace 18 años nació Ainhoa Torrado Toro, mi hermana. La persona por la que hemos vivido tan to yo como mi hermana y por supuesto la matriarca.
Se que ahora va a empezar a volar, a volar en solitario. Pero eso no cambiará nada. Los sentimientos, la preocupación y protección seguirán intactos hasta el final de nuestros días.

FELIZ CUMPLEAÑOS, HERMANA.