lunes, 2 de diciembre de 2013

Un vacío rebosante

Ese muñeco que un padre regala a su hija con el fin de obtener la más inocente y pura de las sonrisas.
Ese muñeco compuesto básicamente de plástico, ligero en peso y con una sonrisa congelada en un rostro de goma.
Ese muñeco será el receptor de cualquier estado de ánimo de la "chiquilla". El juguete se utilizará para calmar a la niña en sus momentos de ira, servirá de acurruque para que la niña duerma, etc.
Una vez cumplido los objetivos, el muñeco siempre es abandonado en un rincón, solo, esperando que vuelvan a necesitarlo.

¿Por qué?
Porque para todos, él es un simple juguete con forma humanoide, un trozo de plástico estilizado con sonrisa imborrable, hueco por dentro e inmune al dolor.

La verdad es que yo me siento como ese pobre muñeco. Es culpa mía, ya que el muñeco no muestra síntoma de sentimiento alguno porque carece de vida pero yo lo hago voluntariamente. Quizás por desconfianza a que la gente pueda aprovecharse de mis vulnerabilidades, no se.

El caso es que parece que la gente puede utilizarme, hacerme sentir vivo, muerto, removerme por dentro y luego simplemente desvanecerse en el tiempo.
Y todo porque soy o parezco un simple muñeco, frío y hueco.

Pero no soy un muñeco inerte, soy un alma por desenterrar de la tumba en la que yo mismo me arrojé.