viernes, 31 de diciembre de 2021

Apocalíptico 2021

 31 de diciembre, día ansiado por muchos ya que eso significa que falta muy poco para que 2021 acabe.

2021, segundo año de pandemia y por ello odiado por todos. Un año más rodeados de restricciones, aislamiento, enfermedad y muerte.

También tuvimos un temporal de nieve como nunca se vio, la erupción de un volcán y algún que otro apocalipsis mundial más.

Lo positivo de este año ha sido básicamente la vacunación masiva y la inmunidad de rebaño conseguida. Esto ha evitado ya muchas muertes.

Eso fue todo, a grandes rasgos, a nivel global.


A nivel personal, este año ha sido extrañamente bueno.

Tuve trabajo, viví nuevas experiencias (Incluso hice aquello que soñé hace años, tirarme por un puente, solo que enganchado a un arnés), conocí gente nueva y reconocí a gente que hasta entonces eran solo conocidos para mi, pasé un verano brutal, uno de mis mejores amigos fue padre, el virus ha respetado a todas las personas que quiero y volví a emocionarme con el fútbol gracias a la 3ª RFEF. Todas estas experiencias también me sirvieron para apartar a gente que no me aportaban nada positivo.

El 2021 también trajo consigo mis 30 años y el vertigo que eso significa. ¿Debería madurar? Y si no lo he conseguido aún, ¿debería preocuparme?


El año hubiera sido cojonudo sin no hubiese tenido un final tan horrendo.

El último mes y medio me dejó bastante tocado. Con una situación laboral complicada, un desengaño personal bastante grande con un par de personas y la peor Navidad de mi vida, lo cual traerá consecuencias.


2021. Un año en el que, lo bueno, ha sido muy bueno, pero lo malo, has sido horrible.

Me gustaría quedarme con lo bueno. Se supone que es eso lo que se debe hacer.


Querría desearos a tod@s un 2022 lleno de felicidad. Y si eso no sucede, espero que no perdáis la esperanza de que esa felicidad llegará.


                                    ¡FELIZ AÑO NUEVO!

lunes, 27 de diciembre de 2021

El amor verdadero

Me da envidia, envidia sana y me provoca verdadera fascinación a partes iguales las historias de amor. Pero las historias de amor de verdad y prolongadas en el tiempo.

Esas que lo soportan todo, hasta el tiempo.


Hoy en día dicen que el romanticismo está pasado de moda y que ahora somos más libres y no hay que etiquetar las relaciones. Pero, ¿desde cuándo es una moda el amor?

Toda excusa es buena para camuflar el miedo que nos da afrontar nuestros sentimientos para con otra persona. Y es normal.


Pensad que todas esas parejas que siguen juntas y enamoradas tantos años han tenido que afrontar momentos de escasez, de conflictos y de pérdidas. Crisis en general. Pero todo eso han sabido combatirlo con apoyo mutuo, transigencia y hasta renunciando en algún momento a sus principios.

Y el amor es el que consigue todo eso. Te hace dejar de pensar como individuo para hacerlo como conjunto.


De verdad, fijaos bien porque merece la pena pararse un momento a observar esa complicidad. Ese tándem perfecto que forman dos personas que se han escogido para hacer juntos el viaje de la vida. Y ese viaje lo hacen juntos al completo, sin saltarse una sola estación. Con lo bueno y lo malo hasta el final.

Eso es lo hermoso.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Confesiones en la penumbra.

Son jodidas las regresiones a pensamientos que creías haberte sacudido pero que siguen ahí, adheridos a la piel. Aferrado a cada poro como el salitre del mar después de un día de playa.
De repente una canción, una situación, el olor en el ambiente o un falso "Deja vu" te introduce en lo más nebuloso de tu ser y te ves abocado a reconocer que sigues encerrado tú solo en una relación fugaz desde hace ya más de dos años. Que, con treinta años, sigues arrastrando complejos desde el instituto. Que, últimamente, has odiado más de lo que has amado o que, por mucho que mientas (incluso a ti mismo), te sigue aterrorizando todo lo que huela a nuevo.

La vida es una putada. Naces entre tus llantos y los gritos de dolor de tu madre. A los pocos instantes de aterrizar en este mundo ya tienes al médico dándote azotes en el culo. Pero eso solo es el principio. A partir de ahí, las hostias, se suceden una tras otra.

Entonces, debes convertirte en un mago. Un ilusionista, con la diferencia de que los trucos debes hacértelos a ti mismo.
Debes hacer de cada varapalo una enseñanza. De cada frustración, borrón y cuenta nueva. Con la aparición de un pensamiento negativo tienes que hacer un gran número de escapismo. Y de cada pérdida, un bello recuerdo.

Admiro a esa gente, de veras. Esos que son capaces de transformar la miseria en esperanza.
Que reciben un palo de la vida y después otro y otro. Van recibiendo cada revés con elegancia, se limpian la sangre de la boca y siguen con paso firme. Si te esfuerzas, eres capaz hasta de ver cierta belleza en su forma de sobrevivir.

Mi presente no es más que fruto de mi improvisación e inmovilismo.
Nunca tuve un plan. Mi único plan fue llegar a tener un plan... y nunca lo conseguí.
No he conseguido esquivar ni un solo obstáculo, de hecho, me los he comido todos. Y ahora soy un amasijo de miedos, traumas y frustraciones que vive al día. Sin un futuro definido, ni un pasado digerido.

Aunque también he de decir una cosa. Durante todos estos años de miseria emocional e inestabilidad mental he aprendido muchos trucos de esos que mencionaba antes.
Hasta he conseguido idear un método con el que evitar que la infección se extienda a otros ambitos de mi personalidad cuando el mal penetre. De hecho, no soy de los que escucha su música favorita o lee un buen libro cuando está pasando un mal momento. No lo hago porque entonces, esos elementos, pasarían a ser repulsivos ante mis ojos. Y no pienso sacrificar mi archipiélago de paz e ingravidez por una tormenta pasajera y así convertirlos en dramas permanentes.
Gracias a todo eso, ahora, consigo amortiguar un poco los impactos y sobre todo, los disimulo mejor.

La vida no es fácil, pero ya nos jode bastante ella como para hacerle nosotros el trabajo.
Complícale el la tarea tú a ella.

jueves, 26 de agosto de 2021

Propulsión

Me llaman la "Lanzadera espacial". Si, como esos vehículos de lanzamiento que se les acoplan a los cohetes para ayudarles en el despegue y una vez fuera de órbita se desprenden para no ser un lastre y caen la vacío.

Así, aparezco en el camino de algunas vidas destruidas y las ayudo a recomponerlas diciéndoles lo que me gustaría decirme a mi. Y funciona. Joder si funciona...
Funciona hasta el punto de coger un impulso imposible de parar.
Cuando rompemos la barrera del sonido y estamos a punto de tocar las estrellas empezamos a perder velocidad y de repente salta un "clic" que automáticamente me hace comprender que la maniobra de desacople es inminente. Entonces me separo y dejo que esa vida se escape con toda su energía y con parte de la mía mientras yo inicio la caída libre al vacío.

Tras el impacto contra el suelo, a mi, no me cura nadie y debo esperar a que el tiempo selle mis fisuras hasta volver a estar en plenitud para rescatar otra vida a la deriva más.

Supongo que todas estas maniobras de ingeniería aeroespacial tiene su origen en la falta de herramientas para afrontar la vida desde un prisma negativo.
Nos adoctrinan desde la edad más tierna para que lleguemos a ser lo que debemos ser y no para lo que queremos ser. Esto crea frustraciones y traumas por no cumplir las expectativas que se nos impusieron.
De este modo, tendemos a suplir las frustraciones con relaciones con personas a las que idealizamos y creemos perfectas para mitigar nuestros fracasos y así estar en paz.
Otras veces tan solo nos vale que alguien nos apoye y se preocupe por nosotros. Alguien que nos haga sentirnos importantes ante sus ojos y cuando, por fin, creemos estar al mismo nivel recolocarnos bien la ropa y olvidar a esa persona que nos ayudó en nuestro peor momento saltando sobre su cabeza.
Eso si. Enterrar bien profundo su cadáver.
Que el mundo supiera de ese vínculo significaría reconocer las debilidades que se suponía no deberíamos tener.

El desacople es una maniobra terriblemente cruel pero, al fin y al cabo, es pura supervivencia social y emocional.

miércoles, 28 de julio de 2021

La apuesta fantasma

El amor no es una fórmula química en la que añades cariño, aprecio, atención, detalles o hechos y obtienes un compuesto milagroso. El éter del afecto y la felicidad.
El amor se asemeja más a los juegos de azar.
Si el premio a cosechar es lo suficientemente valioso llegas a apostarlo absolutamente todo. Incluso eres capaz de renunciar a tus propios principios engañando, fingiendo, yendo de farol e incluso traicionando con tal de ganar la partida.
Aún así, con todo eso jugando en tu favor, jamás te vas a garantizar el triunfo.

Yo nunca he sido un ganador nato pero, últimamente, se me está poniendo cara de perdedor. Y lo malo de perder tantas veces es que te acostumbras a la derrota y pierdes el espíritu competitivo y te conviertes en una piltrafa.

Juro que lo he dado todo. He apostado hasta lo que no tenía y aún así, solo he conseguido perder lo más valioso que tengo, mi tiempo.

Relaciones parnofiliales, de amistad y pseudosentimentales. Tres barcos que me encargué personalmente de bautizar. Uno lo cree desde cero y los otros los reparé desde las ruinas en las que se convirtieron hacía tiempo.
Yo desplegué las velas, solté los amarres. Pero, sin embargo, ninguno de mis esfuerzos obtuvieron respuesta positiva alguna.
Dichas fragatas empezaron a hacer aguas en mitad del océano y huyeron todas las ratas que había a bordo hasta quedar únicamente yo intentando tapar las fugas.

Me siento cansado, muy cansado. Decepcionado, enfadado, estafado y sobre todo desilusionado.
Esta situación de pandemia había cambiado algo dentro de mi. Me hizo despertar las ganas de conocer gente. Entablar nuevas relaciones y/o reforzar las ya existentes.
Todo esto lo ha cambiado todo. La coraza ha vuelto a aflorar en mi y no se cuando volveré.

Hace tiempo que no escribía y nunca se me ocurrió pensar que volvería para esto.