sábado, 27 de mayo de 2017

El renacido

Siento el aire fresco abriendo mis pulmones mientras me atusa suavemente el pelo. Como la humedad del mar recorre todo mi cuerpo y ese hormigueo en las piernas propio del que se encuentra al borde de un acantilado hace que parezca que flote.
Se puede decir que empiezo a sentir el vértigo de vivir sin red. De lanzarme al vacío con todas las consecuencias, sin paracaídas.

Todo comenzó en el mismo momento en que "desaparecí", allá por Diciembre del 2015. Cuando aún, ingenuo de mi, me las prometía felices.
Desde entonces intenté volver a escribir miles de veces pero, supongo que, la chispa necesaria simplemente no prendió la idea.

Al principio el fracaso y la culpa se apoderaron de mi mundo. De cada acción, de cada puto pensamiento hasta llegar a plantearme si los últimos 5 años de mi vida, realmente, habían merecido la pena.
Y no son simples sospechas infundadas ya que en ese lustro, entre otras cosas, he dejado proyectos sin acabar, he acabado otros que finalmente no me aportaron nada.
Profesionalmente estancado.
Personalmente moribundo. Decepciones familiares, amigos que surgieron, pasaron y finalmente desaparecieron. Y nuevas ilusionantes relaciones que se quedaron en mero simulacro.

Tras todo esto, el fracaso y la culpa dieron paso a la ansiedad y desesperanza.
Sientes que tras años de inútil tratamiento psicológico todo está igual y que lo único que queda de eso son esas malditas pastillas que te agarran por los huevos mientras te mantienen a raya durante unas horas y a las que al final te ves abocado a recurrir.

Volviendo a este ultimo tiempo de letargo. El simple hecho de llevar más de un año pudriéndome en la oscuridad de mi habitación saliendo únicamente para hacer frente a algunos de mis errores ha hecho que todos esos pensamientos lastimeros y patéticamente victimistas se diluyeran día tras día hasta llegar a tirar la toalla... Y finalmente la hice deslizar por mis dedos hasta el suelo con un leve toque de nostalgia.
Olvidé mi canción favorita, renuncié al café de las mañanas y puse el corazón en cuarentena, bajo toneladas de hielo.


-Los cristianos siempre hacen alarde de las muchas y a veces absurdas enseñanzas que contiene La Biblia.
La que más escucho últimamente es esa de "Dios aprieta pero no ahoga". Una soberana idiotez ya que a diario vemos que incluso muchos se ponen la soga al cuello por ellos mismos-.

Pero quizás, desde hace un par de semanas empiezo a encontrarle el sentido a dicho refrán (Salvando las distancias con lo estrictamente bíblico).

Estoy empezando ha abrir ventanas y para mi sorpresa se empiezan a disipar los nublados que se cernían sobre mi tejado.

Y ya, para terminar, me gustaría decir que he podido vislumbrar desde la lejanía mi último tren hacia mi vida, el último.
Pasa dentro de un año... Y juro por lo que más quiero que me voy a subir a ese tren aunque me tenga que agarrar con los dientes.

Aquí me despido, al borde de este acantilado pero con la idea de lanzarme por fin al vacío cada vez más clara.


PD: Espero no tardar demasiado en volver a escribir.