sábado, 30 de diciembre de 2017

Feliz 2018

Ya. Ya se que hace solo unos días de mi publicación despidiendo el año pero uno no controla lo que siente ni lo que piensa.

Y es que ahora, en el ocaso del año me vino un aluvión de recuerdos. Esos conciertos increíbles, los amores irrepetibles. Recuerdo esos amigos que se quedaron en el camino y los hermanos que continúan remando a mi lado.
Los sueños de niño y las ausencias permanentes.
A veces echo tanto de menos ciertos momentos pasados en los que fui feliz. Eso no quiere decir que ahora no lo sea pero la verdad es que añoro vivencias pasadas y sobretodo la visión del niño que fui con las que las vivía.

Puede que esos bellos recuerdos sean los que mantengan vivo ese pequeño ápice de lo que fuimos y así no perdamos nuestra esencia.
También hay personas que ya no están entre nosotros y las cuales su ausencia se sigue notando.

Y ahora si, quiero desear un nuevo año lleno de felicidad para todo aquel que también haga feliz al prójimo. Y es que más allá de tus logros, de tus fracasos. De tus bienes o tus miedos. Lo que de verdad es relevante al final de la vida es si amaste... Y si fuiste amado.

¡FELIZ 2018!

jueves, 21 de diciembre de 2017

El año de las luces

Una vez más, por vigésimo sexta vez, llegó diciembre.
Es hora de pasar revista sobre este año y la verdad es que me resulta muy difícil encontrar las palabras correctas porque hay mucha "plancha" acumulada.

Es curioso que me resulte más complicado describir los momentos más intensos que los periodos de mayor inactividad y hastío.

Creo que no me alejo mucho de la verdad si digo que el 2017 ha sido uno de los años más convulsos y a la larga más relevantes de toda mi vida.
Durante estos ya casi 365 días tanto el ámbito profesional como el emocional, el económico y el sentimental se han removido.

Amistades que volvieron y otras que en realidad nunca se fueron.
Nuevo trabajo después de una larga espera y en el que conocí a buena gente.
Relaciones que pudieron ser pero tristemente se quedaron en nada.
Y el verano... El jodido verano. Creo que ha sido uno de los mejores que fue posible gracias a la mejor gente posible.
Este también ha sido el año del resurgir de este blog después de una larga travesía por el desierto. 

Tal vez, en realidad, no haya sido un mal año... Pero quizás sea mi manía por redondear el año en el tiempo de descuento o esta puta insatisfacción crónica que se ceba conmigo y que hace que los finales felices no encajen en mi diccionario.

Creo que la palabra que ha marcado el desenlace de cada circunstancia durante este año ha sido el término "tibio".
La tibieza ha sido mi talón de Aquiles y es que la verdad es que a menudo peco de tibio, al menos en apariencia.
Es algo innato en mi. Con el paso del tiempo fui desarrollando ese mecanismo de defensa en el que en los momentos importantes, cuando de verdad debo mostrar lo que siento, pongo un muro a mi alrededor y entonces resulto indiferente a los ojos de todas esas personas que de verdad me importaban... Y que aún me importan.

Con respecto a lo demás. Por fin tengo algo de dinero para cumplir algunos de mis objetivos a corto-medio plazo.
También he vuelto a sentirme útil y en ocasiones realizado.


Ahora que solo quedan unos días para el final de año pienso disfrutarlos como se merece. Ayudará bastante que estos días sean los correspondientes a la Navidad, esa fiesta que en mayor o menor medida siempre me encantó.
Puede que sea porque me hacen recordar, para variar, todos aquellos bellos momentos que el tiempo volvió obsoletos pero que en mis peores momentos conseguían que viera algo de luz.

Bueno, en fin. Quedan pocos días para el fin de año.
Ya hemos tenido mucho tiempo para arrepentirnos de todo lo que hemos hecho y de lo que no. De amar y de odiar, etc.
Creo que es tiempo de valorar todo lo que logramos. De disfrutar de todo lo que nos rodea y lo que nos rodean.
Es tiempo de sonreir por los momentos buenos que vivimos y omitir todo lo malo. 
Es tiempo de perdonar... Y perdonarse.

¡¡Feliz Navidad y un prospero año 2018!!

domingo, 12 de noviembre de 2017

Sinsentido

Con la complicidad que me proporciona la oscuridad de mi habitación a las "mil" de la madrugada fría de otoño me aventuro a escribir sobre algo que no alcanzo a comprender. Sobre lo inhóspito de mi ser.

Tengo casi 26 años y me he pasado la inmensa mayoría de mi vida buscando una razón por la que no dejarme llevar por la corriente. Algo por lo que dejar de vivir mirando por el retrovisor.

Con el tiempo, uno, va tomando conciencia de la complicada empresa que es buscar un buen impulso de vida en este mundo hostil donde la gran mayoría de tus semejantes, ni por asomo, piensan facilitarte las cosas.
La vida es una carrera de fondo... De mucho fondo. Llena de obstáculos y desventuras donde el único aliciente que te puede hacer querer llegar hasta la meta son los breves instantes de felicidad que pueden presentarse de improviso.

Yo me obsesioné en buscar la realización personal en lo sentimental, en lo emocional. Y fracaso tras fracaso desistí.
Más tarde pensé que en el trabajo y el "sentirse util" podría hallar la luz pero acabé tan desmoralizado realizando trabajos para los que no estaba destinado que las mañanas sin razones para desprenderme de las sábanas se convirtieron en un infierno.
Las opciones se van agotando y las oportunidades corren a la velocidad de los años.

La otra noche sufrí una especie de ataque de ansiedad que hacía años que no vivía y de repente sentí mucho miedo. Miedo porque no lo entendía. Porque creía estar bien.
Pero, sobretodo, miedo por volverme a ver bajo la inmensidad del edredón, atiborrado de pastillas para omitir el dolor que yo mismo me provocaba con ideas lastimeras y asesinas.

No sé, supongo que esto; vivir en una constante insatisfacción vital unida a la perturbadora ausencia de argumentos. Es el precio a pagar por tratar de descifrar el sentido de la vida.

Escribo sobre algo que conozco pero no entiendo.
Quizás escribo porque no quiero entenderlo, solo expresarlo por ver si lo borro.

jueves, 21 de septiembre de 2017

La fiebre roja

En 1924 un médico llamado Francois Boisent enumeró una a una todas las anomalías físicas y mentales que se producen cuando una persona se enamora.
Al principio afirmaba Boisent que "el enamoramiento tiene numerosas similitudes con procesos gripales": Estado Febril, dilatación de pupilas, palpitaciones, sudoración, temperatura alta y disminución de pensamiento periférico...

El mal de amores cursa los primeros días como un catarro pero a lo bestia hasta que el paciente se habitúa a la ausencia de la persona amada, después los síntomas en lugar de remitir como sucede en los procesos gripales, se multiplican...
El enamorado pierde el apetito, pasa las noches en vela con gran ansiedad y se entrega al aislamiento,la soledad y aunque el paciente sabe lo que le esta pasando no hay antibiótico ni antigripal que le alivie...
La vida sin la persona amada se convierte entonces en un infierno, en función del organismo afectado su periodo de recuperación puede ser de unos días o convertirse en una enfermedad crónica, un desasosiego para toda la vida...

A mi parecer, todos los síntomas que describe el doctor Boisent en su estudio, no son más que producto de la ansiedad generada por el miedo atroz a sentir.

Ejemplo práctico: Una buena amiga, la cual no te despierta mayor interés que ese, llega un momento en el que, casi sin darte cuenta, empieza a importarte más de lo que puedas controlar.
Se para el tiempo en cada rato juntos y el mundo es solo el resto del mundo después de ella.
Sin embargo, no quieres llegar... Eres incapaz de llegar más allá.

Sabes que puede que sea maravilloso, pero también puede desatarse la tempestad definitiva que arrase con todo y quedes una vez más solo, naufrago de tu propio destino... Como antaño.

Es en ese mismo instante de duda y desasosiego en el que llegan las fiebres, las jaquecas, las noches en vela y la eterna duda del "¿qué hubiera pasado?".

Y todo esto es lo que engloba el miedo. El miedo a todo aquello que no podemos controlar. Y es que, por mucho empeño que le pongamos, los sentimientos no podemos controlarlos.

sábado, 8 de julio de 2017

Carta sin destino

Y de repente te encuentra cuan vagabundo sobre el felpudo de las puertas que un día te recibieron abiertas de par en par y que ahora parecen cerradas a cal y canto.
A veces llueve y hace frío;y necesitas que alguien te arrope y te caliente. Sin embargo, otras veces, llamas por nada, porque si. Llamas a sus puertas porque la soledad ya ha escuchado mil veces la historia de tu vida y simplemente necesitas sentirte querido, aceptado.

Es muy duro ser consciente de que, a lo largo de toda tu vida, no has sabido hacer amigos. Te sientes frustrado y desilusionado contigo mismo.
Pero bueno, era de esperar. Una persona inestable solo crea inestabilidad a su alrededor.

Supongo que mi rol de "perfil bajo" nunca ayudo. Y es que con el paso de los años me fui volviendo más pequeño e invisible hasta esconderme debajo de la alfombra junto al polvo olvidado de toda casa a merced de las pisadas del resto del mundo.

Hoy no hay vuelta atrás.
Quizás algún día todo pudo ser diferente pero, movida por mis complejos y mi terquedad, la ruleta de mi vida volvió a girar dejándome solo de nuevo.

Es difícil aprender a convivir con ello pero, al fin y al cabo, todos nacemos y morimos solos. Yo ya estoy preparado.

sábado, 27 de mayo de 2017

El renacido

Siento el aire fresco abriendo mis pulmones mientras me atusa suavemente el pelo. Como la humedad del mar recorre todo mi cuerpo y ese hormigueo en las piernas propio del que se encuentra al borde de un acantilado hace que parezca que flote.
Se puede decir que empiezo a sentir el vértigo de vivir sin red. De lanzarme al vacío con todas las consecuencias, sin paracaídas.

Todo comenzó en el mismo momento en que "desaparecí", allá por Diciembre del 2015. Cuando aún, ingenuo de mi, me las prometía felices.
Desde entonces intenté volver a escribir miles de veces pero, supongo que, la chispa necesaria simplemente no prendió la idea.

Al principio el fracaso y la culpa se apoderaron de mi mundo. De cada acción, de cada puto pensamiento hasta llegar a plantearme si los últimos 5 años de mi vida, realmente, habían merecido la pena.
Y no son simples sospechas infundadas ya que en ese lustro, entre otras cosas, he dejado proyectos sin acabar, he acabado otros que finalmente no me aportaron nada.
Profesionalmente estancado.
Personalmente moribundo. Decepciones familiares, amigos que surgieron, pasaron y finalmente desaparecieron. Y nuevas ilusionantes relaciones que se quedaron en mero simulacro.

Tras todo esto, el fracaso y la culpa dieron paso a la ansiedad y desesperanza.
Sientes que tras años de inútil tratamiento psicológico todo está igual y que lo único que queda de eso son esas malditas pastillas que te agarran por los huevos mientras te mantienen a raya durante unas horas y a las que al final te ves abocado a recurrir.

Volviendo a este ultimo tiempo de letargo. El simple hecho de llevar más de un año pudriéndome en la oscuridad de mi habitación saliendo únicamente para hacer frente a algunos de mis errores ha hecho que todos esos pensamientos lastimeros y patéticamente victimistas se diluyeran día tras día hasta llegar a tirar la toalla... Y finalmente la hice deslizar por mis dedos hasta el suelo con un leve toque de nostalgia.
Olvidé mi canción favorita, renuncié al café de las mañanas y puse el corazón en cuarentena, bajo toneladas de hielo.


-Los cristianos siempre hacen alarde de las muchas y a veces absurdas enseñanzas que contiene La Biblia.
La que más escucho últimamente es esa de "Dios aprieta pero no ahoga". Una soberana idiotez ya que a diario vemos que incluso muchos se ponen la soga al cuello por ellos mismos-.

Pero quizás, desde hace un par de semanas empiezo a encontrarle el sentido a dicho refrán (Salvando las distancias con lo estrictamente bíblico).

Estoy empezando ha abrir ventanas y para mi sorpresa se empiezan a disipar los nublados que se cernían sobre mi tejado.

Y ya, para terminar, me gustaría decir que he podido vislumbrar desde la lejanía mi último tren hacia mi vida, el último.
Pasa dentro de un año... Y juro por lo que más quiero que me voy a subir a ese tren aunque me tenga que agarrar con los dientes.

Aquí me despido, al borde de este acantilado pero con la idea de lanzarme por fin al vacío cada vez más clara.


PD: Espero no tardar demasiado en volver a escribir.