jueves, 21 de septiembre de 2017

La fiebre roja

En 1924 un médico llamado Francois Boisent enumeró una a una todas las anomalías físicas y mentales que se producen cuando una persona se enamora.
Al principio afirmaba Boisent que "el enamoramiento tiene numerosas similitudes con procesos gripales": Estado Febril, dilatación de pupilas, palpitaciones, sudoración, temperatura alta y disminución de pensamiento periférico...

El mal de amores cursa los primeros días como un catarro pero a lo bestia hasta que el paciente se habitúa a la ausencia de la persona amada, después los síntomas en lugar de remitir como sucede en los procesos gripales, se multiplican...
El enamorado pierde el apetito, pasa las noches en vela con gran ansiedad y se entrega al aislamiento,la soledad y aunque el paciente sabe lo que le esta pasando no hay antibiótico ni antigripal que le alivie...
La vida sin la persona amada se convierte entonces en un infierno, en función del organismo afectado su periodo de recuperación puede ser de unos días o convertirse en una enfermedad crónica, un desasosiego para toda la vida...

A mi parecer, todos los síntomas que describe el doctor Boisent en su estudio, no son más que producto de la ansiedad generada por el miedo atroz a sentir.

Ejemplo práctico: Una buena amiga, la cual no te despierta mayor interés que ese, llega un momento en el que, casi sin darte cuenta, empieza a importarte más de lo que puedas controlar.
Se para el tiempo en cada rato juntos y el mundo es solo el resto del mundo después de ella.
Sin embargo, no quieres llegar... Eres incapaz de llegar más allá.

Sabes que puede que sea maravilloso, pero también puede desatarse la tempestad definitiva que arrase con todo y quedes una vez más solo, naufrago de tu propio destino... Como antaño.

Es en ese mismo instante de duda y desasosiego en el que llegan las fiebres, las jaquecas, las noches en vela y la eterna duda del "¿qué hubiera pasado?".

Y todo esto es lo que engloba el miedo. El miedo a todo aquello que no podemos controlar. Y es que, por mucho empeño que le pongamos, los sentimientos no podemos controlarlos.