martes, 13 de marzo de 2018

Amor de plástico

No. Ya no. Es demasiado tarde.
El agua borró las huellas en la arena que algún día caminaron hacía tu orilla.
Se perdió nuestra frecuencia en las ondas cual gota de lluvia impactando sobre la superficie de un charco mil veces pisado por el incesante pulular de los coches.

Intenté buscar, más veces de la que la razón me aconsejaba, tu mirada entre otras miles. Hasta que un incierto día, mis manos, empezaron a olvidar la suavidad de tus mejillas. Tu olor se fue apagando y mi respiración dejó de entrecortarse. Pero no fue hasta que la árida indiferencia de tus pupilas de hielo se clavaron como dos puñales en mi pecho que no llegué a la trágica conclusión de que si alguna vez germinó algún tipo de sentimiento entre los dos, murió en aquella fría noche de diciembre.

Quizás el miedo nos jugó una mala pasada y después, el resentimiento, lo convirtió todo en invierno.

Y ahora, con el tiempo en contra y la culpa golpeando en los cristales de mi caja de recuerdos, aquella en la que tú y yo aún nos queremos; No se si huir o seguir buceando casi sin aire por la hostilidad del mundo. De nuestro mundo. Ese en el que solo quedo yo y la lluvia incesante de ti.

viernes, 2 de marzo de 2018

La pequeña niña burbuja

Nunca debió ser mayor con las muñecas secuestradas en el armario. Nunca tuvo ni un "te quiero" de soslayo.
Nunca supo lo que era el amor, nadie le ha enseñado.
El corazón puso a buen recaudo como estrategia de supervivencia pues nunca tuvo un apoyo ni le tendieron la mano.
Ella no conoce el afecto, ni arrulles, ni calor en invierno.

Tiene su espalda esculpida por mil cicatrices por intentar defender lo que debía haber sido su escudo.
Nunca nadie consiguió atravesar su fortaleza de cartón que aquella niña construyó para protegerse de los monstruos de la noche pero que la mujer que es ahora reblandece con sus lágrimas amargas.
Cada acercamiento es una guerra de perpetua derrota por muchas batallas que gane. Las trincheras están llenas de intenciones que fueron asesinadas por la inseguridad.
Siempre confundió el ataque con la valentía y subida en sus tacones contemplaba la derrota de sus tropas que morían asfixiadas por el miedo.

Los sueños no existen en su mundo de papel donde la frivolidad reina sobre la tibieza y el sentir de un alma entusiasta presa de la culpa.

El tiempo pasa y algún día el muro caerá pues la causa de la lucha y el enclaustramiento morirá.

Y así termina la historia de una niña que protegió cuando debió ser protegida. La que nunca quiso porque ni supo, ni la enseñaron.