martes, 13 de marzo de 2018

Amor de plástico

No. Ya no. Es demasiado tarde.
El agua borró las huellas en la arena que algún día caminaron hacía tu orilla.
Se perdió nuestra frecuencia en las ondas cual gota de lluvia impactando sobre la superficie de un charco mil veces pisado por el incesante pulular de los coches.

Intenté buscar, más veces de la que la razón me aconsejaba, tu mirada entre otras miles. Hasta que un incierto día, mis manos, empezaron a olvidar la suavidad de tus mejillas. Tu olor se fue apagando y mi respiración dejó de entrecortarse. Pero no fue hasta que la árida indiferencia de tus pupilas de hielo se clavaron como dos puñales en mi pecho que no llegué a la trágica conclusión de que si alguna vez germinó algún tipo de sentimiento entre los dos, murió en aquella fría noche de diciembre.

Quizás el miedo nos jugó una mala pasada y después, el resentimiento, lo convirtió todo en invierno.

Y ahora, con el tiempo en contra y la culpa golpeando en los cristales de mi caja de recuerdos, aquella en la que tú y yo aún nos queremos; No se si huir o seguir buceando casi sin aire por la hostilidad del mundo. De nuestro mundo. Ese en el que solo quedo yo y la lluvia incesante de ti.