viernes, 6 de junio de 2014

El cigarro que soñé

Con la intimidad que da el manto de la noche sobre mi patio, y con un cigarro en la mano, mi mente vuela libre. Iluso y distraído en las últimas noches de primavera, sueño; aunque me cueste, aunque casi no lo tenga permitido.
Sueño con el lugar, sueño con la persona... sueño con el tiesto donde plantar mis raíces y con la persona que las riegue día a día hasta donde acabe el horizonte.
Sueño con el mar, con una casita cercana a una playa casi virgen. Despertarme con la brisa de la mañana entrando junto a los primeros rayos de Sol por la ventana. Abro los ojos y la veo a ella, aún sumida en un profundo sueño. La despierta el olor del café que le he preparado junto a un par de tostadas y unas flores que salí a buscar después de pasear por la playa (me gusta pasear por la playa. Sentir la humedad de la arena en mis pies y el rumor del agua hace que el mundo parezca atemporal.).
Mientras tomamos esas tazas de café calientes, me gusta mirarla a los ojos e imaginar lo que me gustaría decirle y después de unos segundos decírselo. Luego, para bien o para mal, sonríe como solo ella sabe.

Con un escalofrió salgo de este sueño lúcido. Me choca bastante saltar de una cabañita de playa a mi oscuro patio.
Tras un breve inciso para tomar una bocanada de realidad, ingrediente primordial para soñar, ya que si no escapáramos de ella, no existirían los sueños; vuelvo a mirar a la cara a la Luna como esperando que me cuente que pasa en su cara oculta, pero el precio que hay que pagar para eso es demasiado elevado para la deuda que aún cargo sobre mi espalda. Aún le debo muchas noches.
De repente me viene a la mente una canción, mi canción. La tarareo mientras le aguanto la mirada a la Luna y le pido perdón por no poder tocarle la guitarra y darle las gracias por darme la oportunidad cada vez que sale de descubrir que aún queda alma dentro de mi.

Apago el cigarro y me voy a dormir.

Me doy cuenta que todos mis sueños caben en un solo cigarrillo. Tan sencillos y tan grandes a la vez, hacen que siga siendo especial luchar cada día por alargar el margen para ser feliz.

Os dejo, voy a seguir viviendo.

lunes, 2 de junio de 2014

Las enseñanzas del aprendiz

Un momento de soledad tras estos días de euforia personal me han bastado para darme cuenta de que no estoy ni mucho menos bien. Simplemente he estado ejecutando la misma táctica que utiliza el resto del mundo para seguir adelante, para no claudicar.

Creo que todo el mundo teme ser consciente de sí mismo, pánico a asumir la realidad y agotar las excusas para seguir viviendo con esperanza.
Todos nos engañamos convirtiendo en improbable lo que en el fondo sabemos imposible. Asumimos retos a sabiendas que son empresas abocadas al fracaso, nos embarcamos en sentimientos incontrolables creyendo llevar las riendas.
Pero cuando la realidad te despierta divide al mundo en dos grupos: Los que se hunden con el barco, y los que sonríen, los que le devuelven el golpe al destino en forma de resistencia.
Estos últimos me parecen verdaderos héroes. Ingenuos les llaman, cuando son perfectamente conscientes de las circunstancias. Y todas esas mentiras piadosas que se autoimponen son un bálsamo que la función que cumplen es la de mitigar el dolor, de redondear las puntas de los puñales que llevan clavados en la espalda.
Me gustaría saber mentirme como ellos, silenciar el ruido que genera la explosión de mis ilusiones precipitándose al abismo.

Intentaré aprender a engañarme, aprenderé a recibir y continuar.
¿Qué no me quiere?, ya aparecerá otra.
¿Qué no lo consigo?, ya tendré una nueva oportunidad...

Aprenderé a agotar todas las oportunidades antes de claudicar.