sábado, 6 de abril de 2019

¿Tomamos otra?

Supongo que las segundas oportunidades no suelen funcionar porque, en su amplia mayoría, son fruto de un sentimiento de revancha que tenemos con nosotros mismos por no aceptar el fracaso de aquella causa que un día creímos intangible y que solemos traducir como el amor que aún existe hacia la otra persona pero que no son más que las ruinas de una antigua civilización que fue mortalmente diezmada por el abrasador odio y más tarde por el silencio glacial.
Agarrándonos a los "ochomiles" que coronamos con una pasión y un afán que acabaron mutando en condescendencia y olvidando por completo el vértigo que nos hizo caer, nos dejamos guiar entre la oscuridad por el eco del llanto lastimero de un amor que aún agoniza.

No siempre es así. Pero si que es verdad que casi por regla general, las segundas oportunidades en las relaciones entre las personas se precipitan, con el tiempo justo para haber perdonado pero no el suficiente como para superarlo. Como rehacer un castillo de arena inmediatamente tras el paso de la resaca.

No construiremos algo nuevo. La arena es la misma y más revuelta.
La ilusión óptica nos hace creer estar viviendo la historia como la primera vez, pero nada más lejos de la realidad.
Las circunstancias son parecidas pero no son las mismas. El mundo es similar al de tiempo atrás, no obstante, ha cambiado. Nosotros parecemos clones pero no somos, ni por asomo, los mismos. Perdimos nuestra "virginidad" dentro de nuestro micro-ecosistema. 
Creemos y ponemos de nuestra parte para autoconvencernos de que todo está en calma, que nunca hubo tempestad alguna, ni traición, ni resentimiento. Es como si el tiempo nos hubiera dado la oportunidad de rebobinar la franja de vida que compartimos para vivirla de nuevo.
Todo parece igual con la diferencia de la infección latente de desconfianza y amnesia selectiva que hace olvidar que esa relación que ahora se quiere emular ya tuvo su final abrupto correspondiente... Y el que se avecina será mucho más traumático.
Pero no, no manejamos el tiempo. No tenemos esa capacidad.
Es por ello que no podemos nacer de nuevo, ni siquiera podemos no haber conocido a esa persona. 
No podemos empezar desde "0" porque ya nos hemos conocido, nos hemos gustado, nos hemos enamorado y nos hemos desenamorando (aunque en ese momento aún no lo hayamos percibido). También nos hemos odiado, amado, vuelto a odiar y así varias veces hasta acabar en este limbo aterrador y frío. 

Cuando se ama y se odia a esas velocidades supersónicas el mareo es automático y también la incertidumbre. 
Entonces empieza a escasear el oxígeno, se deja de pensar con claridad y básicamente te mueves por inercia, por instinto. Tomas cualquier decisión que te mantenga con vida o, al menos, te haga sentir vivo.

Sinceramente pienso que toda esta parrafada se puede resumir en una sola frase: La sensación de no estar solo en el mundo es demasiado bonita como para renunciar tan fácilmente a ella.


Una segunda oportunidad en una relación debe ser producto de la apetencia y no de la necesidad o las carencias.


¿Segundas oportunidades?... Prefiero los nuevos comienzos.