lunes, 5 de mayo de 2014

La verdad

Me he dado cuenta de que durante toda la vida vivimos una gran mentira que se basa fundamentalmente en arquetipos heredados y evolucionados generación tras generación y que nos hace actuar en la vida con el objetivo de ser más que cualquiera, de pensar que el triunfo en la vida es llegar a ser reconocido y tener las mayores posesiones...

Sinceramente creo que con estos pensamientos salen a relucir la inconsciencia y el hedonismo maquillado de indolencia con los que esta sociedad afronta que la vida está ahí, pero que el fin de ella también.

Por todo esto, me siento un privilegiado; que no un erudito, en cuanto a verdaderas prioridades en la vida.

Pienso que nacemos para aportar nuestro granito de arena en la historia, pero sobretodo, nacemos para gozar ciertos momentos puntuales. El resto de nuestra vida gira entorno a esos momentos, alcanzar esos verdaderos objetivos.
Momentos como compartir tardes con tu padre, mirar los ojos de aquella interesante chica y darte cuenta de que te has enamorado con la ilusión de un niño.
Otros momentos que formarán esos picos altos en nuestra línea de la vida como tomar por primera vez entre tus brazos a ese pequeño ser; fruto del amor entre dos personas que se aman tanto como para compartir sus vidas, momentos de intimidad cómplice con esa que es la mujer de tu vida y momentos de soledad placentera, etc.

Esa es la verdadera vida, ese es el patrimonio que nos llevaremos de este mundo. El amor de los tuyos, fruto del amor que tu profesaste por ellos durante toda tu existencia.

Quizás algún día consiga esto, o quizás no. Todo depende de esa fuerte energía que todos llamamos destino.

Esto es mi prototipo de vida plena. ¿Cuál es el tuyo?