martes, 31 de diciembre de 2019

Un año más (O uno menos)

Un año más pone su punto final y en momentos como estos, en los que toca hacer balance, envidio a esa gente que, por muy mal que les haya venido el año o por más que hayan sufrido, siempre saben sacar el lado positivo. Lo poco bueno que les haya pasado o las lecciones que recibieron con cada varapalo.
Lo que a muchos nos parece una gilipollez para otros es algo valioso, algo a lo que agarrarse cuando parece que ya no queda esperanza. Y eso me parece verdaderamente admirable.

Por lo que a mi respecta, el 2019, ha sido un año yermo más en mi vida. Un capítulo más que obviar si algún día publico mi autobiografía.

Ha sido un año con escaso trabajo y por lo tanto, escasísimos ingresos.
La familia también ha tenido que hacer frente a alguna enfermedad de relativa gravedad y sobretodo, la pérdida de uno de sus miembros. Una de las personas más buenas que he conocido.
También fue el año en el que volví a probar las mieles del enamoramiento. Algo especial y bonito que acabó demasiado pronto y de una manera rara y abrupta.

La vida no me ha cambiado demasiado en este 2019 y eso no es precisamente bueno.
De nuevo he desperdiciado otras 365 oportunidades más de encontrar mi lugar en el mundo y agarrar con fuerza el timón de mi vida.

Dicho todo esto, voy a intentar hacer aquello que me resulta tan complicado. Voy a intentar hacer balance positivo:
Desviando un poco la vista de todo lo que he perdido o no he conseguido este año, aún me queda algún motivo por el que seguir sosteniendo la toalla con relativa fuerza.
Aún me queda una madre, unas hermanas, unos abuelos, tíos, primos y amigos que me quieren. Y tengo la certeza de que seguirán estando siempre.

En fin, 2019 agoniza. Se avecina una nueva década y aún no sé si 2020 será mejor, igual o incluso peor que 2019. Pero aunque solo sea porque este año nefasto toca a su fin es un día de alegría. ¡¡Brindemos todos!!

A todos los que habéis estado presente en mi vida en el trascurso de este año quiero daros las gracias por haber participado y os quiero desear un 2020 lleno de felicidad.

¡FELIZ 2020!

domingo, 1 de diciembre de 2019

Polos opuestos

Hay una creencia bastante extendida entre la gente que reza que "No puede existir una relación de amistad entre un hombre y una mujer". Que siempre hay uno de los dos con perspectivas románticas.

No estoy de acuerdo del todo con esa afirmación pero si que pienso que existen ciertas personas con las que no podríamos tener una simple y llana amistad.
¿De verdad que no te ha pasado que has estado enamorad@ de alguien con quien no te unía más que ese amor?

De repente conoces a alguien y para cuando quieres darte cuenta, no es que haya saltado la chispa, es que esa chispa ha prendido la mecha y estás pillad@ hasta las trancas.
Te gusta todo de esa persona. Sus ojos, su sonrisa, su cuerpo, su forma de ser... hasta sus pequeños defectos te dejan embelesad@.
Te encanta pasar tiempo con esa persona y piensas que podrías estar toda la vida a su lado.

Sin embargo, un día y sin previo aviso, alguien vierte un jarro de agua helada sobre esa estratosférica sensación de ingravidez e irreal inmortalidad.
De manera abrupta, esa persona que un día prendió la mecha, ahora decide apagarla. Porque si, por cansancio, por aburrimiento, porque se adelanto a los acontecimientos y vio el triste final antes que tú. (O quizás no cumpliste las expectativas creadas.).

Entonces, al frenar en seco ese estado de euforia debido al profundo enamoramiento. Después de un breve espacio de tiempo, cuando ya te has formulado todas las preguntas habidas y por haber, descubres que detrás de ese amor, de esa fascinación no hay nada.
No hay puntos en común, ni confianza alguna.
Ni siquiera te apetece mantener, al menos, una amistad. De hecho no quieres seguir manteniendo ningún tipo de relación con esa persona.
Y no es odio, ni resentimiento, ni ningún otro sentimiento negativo. 
Es, simplemente, que desapareció lo único que te unía a esa persona, el amor que le profesabas.
Más allá del amor, no teníais nada más en común como para ser amigos.

Son relaciones en las que no caben las medias tintas. Amas mucho o no sientes nada.


Puede sonar rocambolesco pero el universo de los sentimientos es tan intrincado que escapa a nuestra comprensión.
En este tipo de relaciones pasas del amor a la indiferencia. Del todo a la más absoluta nada de la misma forma que el calor abrasador del desierto se torna en gélido frío con la llegada de la noche.

Lo bueno de estas relaciones es que, cuando acaban, se acortan bastante los plazos del desamor.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Submarinismo

Estoy escribiendo sin saber muy bien aún que es exactamente lo que quiero escribir, o mejor dicho, como lo quiero escribir.

Todo es maravilloso desde la superficie. El azul del mar, las gaviotas haciendo vuelo rasante sobre el agua, el movimiento hipnótico de las olas y el sonido envolvente de su rumor.
Pero de repente, estás tan a gusto, que te sumerges. Te sumerges con el objetivo de darle a todo una nueva dimensión. El caso es que este nuevo estadio es bastante más complejo.
Conforme vas descendiendo a las profundidades, al abismo más absoluto, tus sentidos y capacidades van menguando y entran en juego las sensaciones más subjetivas, pero también surgen, fruto del desamparo que te provoca la oscuridad del amplísimo fondo oceánico, el miedo, la desconfianza, la presión, el pánico, la hipoxia, la vulnerabilidad... Las inseguridades.

Y hasta aquí puedo leer... Escribir. Pues jamás he traspasado este nivel.
Supongo que en la afrenta entre el miedo y la curiosidad siempre ganó el tramposo miedo ya que nunca fue una lucha en igualdad de condiciones.

Ya noto como mi cuerpo emerge de nuevo.
Otra aventura estéril que apuntar en mi cuaderno de bitácora.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

El arcoiris

Algún día, cuando las nubes se disipen y dejen por fin ver el cielo, me gustaría poder escribir sobre el tipo que, una vez desprendido de los grilletes que durante demasiado tiempo se aferraron a sus tobillos, puede mirar el mundo cual astronauta que salta en la luna.
Me gustaría escribir sobre el que dejó de tener miedo a que la lluvia impactara en su cara y a doblar la espalda para sentir el tacto de la tierra húmeda.
Sobre ese que vive descalzo y con la mente en la estratosfera por no poder dejar de volar.
El que dejó atrás la culpa, la autocompasión y de repente sacó la vida del baúl donde con celo la guardaba para que no se rompiera. Hubo que reanimarla ante la falta de oxígeno para luego ser él el que lo pida ante tanta euforia.

Quiero narrar una vida que ya no se va por el sumidero de la más conformista de las derrotas. Que ahora se muere por viajar, por amar, por sentir. Que se muere por vivir... Que vive para vivir y no por vivir.
Saborea las victorias y no se regodea en las derrotas.

Me gustaría hablar de un tipo libre y sin el miedo que lo encadenaba en un parvo habitáculo que pese a la obsolescencia de sus muros aún se elevaban por encima del Sol.

Algún día me gustaría poder escribir sobre ese tipo. Ahora he de coger el paraguas y esperar a que escampe.

viernes, 30 de agosto de 2019

Suerte

Todos estamos de acuerdo en que el éxito, en la vida, hay que trabajárselo. Que uno no recoge nada mientras no plante algo.
Sin embargo no es más cierto que el hecho de que siempre se necesite o al menos ayuda ese punto de suerte que redondea la ecuación.

Dejemos por un momento a un lado los hechos meritorios y ciñámonos en hablar sobre ese factor intangible que representa la "suerte".
Pasar años estudiando sin descanso una carrera universitaria es esfuerzo. Que conozcas en una fiesta al jefe de rrhh de la multinacional con la que siempre soñaste y te consiga una entrevista de trabajo es suerte.
Conquistar con perseverancia amor a la persona de la que te has enamorado es esfuerzo. Que aquel día olvidara su mochila bajo el asiento del metro y que tú la vieras al agacharte para atarte los cordones es suerte.
Que pienses que has conseguido todos los objetivos que te pusiste como meta es esfuerzo. Que todo eso no se trunque por un inoportuno y apocalíptico diagnóstico es tener suerte. Es tener mucha suerte. 

Pues ese concepto asociado al azar al que se le llama "suerte" es, a mi entender, lo que siempre me ha faltado a mi.
Siempre he conocido a alguien en el momento menos oportuno o he pasado demasiado tarde o demasiado pronto por cualquier lugar relevante de mi vida.

Todo el mundo codicia la suerte pero solo la culpan de lo malo.
El esfuerzo es el origen del éxito pero la suerte está ahí y es la que brinda la oportunidad.

domingo, 4 de agosto de 2019

Cuestión de vida

La vida es como una calurosa noche de verano. La eterna lucha entre los sueños y la realidad.
Un periplo lleno de grandes frustraciones y efímera realización.

Todo comienza cuando eres niño y tus metas aún son fáciles de alcanzar. Que los Reyes Magos dejen el barco de "Playmobil" bajo el árbol de Navidad, que tus padres te lleven de vacaciones a la playa o marcar el gol decisivo en el partidillo de fútbol del recreo.

A medida que van pasando los años los objetivos cambian. El barco de juguete hace tiempo que coge polvo en el desván, la playa ya solo te parece arena y agua salada disputándose el terreno y la idea de ser un crack del fútbol se desvanece al cambiar tus prioridades.
Ahora que la adolescencia te ha descubierto un nuevo mundo de vicio y color, tu idea de realización personal pasa por encadenar fiesta tras fiesta hasta que estés seguro de no haberte perdido ni una y con suerte, follar lo máximo posible.

Y tras unos años perdido entre noches de fiesta, sexo y alguna que otra droga blanda y días de Ibuprofeno y estudios a contrarreloj, por fin, llegan las responsabilidades.
Las noches que antes pasabas entre vasos de tubo y música ensordecedora a las mil de la madrugada ahora las pasas pegado a un flexo, una montaña de apuntes y un termo de café.
La vida pasa entre clases, la biblioteca, insomnio, agobio y alguna que otra fiesta para celebrar el aprobado u olvidar el suspenso. También inviertes el dinero de las fiestas en pagarle el alquiler a un casero pesetero.

Ahora que ya has pasado años asentando los cimientos sobre los que sustentar tu vida te encaminas a revisar la obra y empiezas a descubrir los fallos.
Caes en la cuenta de que algunos traumas infantiles no se han superado del todo y se solapan con los nuevos que te trajo la vida adulta. También piensas que quizás deberías haber estudiado algo más, haber follado mucho más y sobretodo haberte parado mucho pero mucho más a escuchar a las personas que te han rodeado toda tu vida, los que ya se fueron y los que aún aguantan impertérritos.

Enhorabuena, has completado la primera fase de tu existencia, la vida.
Ahora te encaminas hacia la segunda fase, la supervivencia.
Empiezas a soñar con una bonita casa, el trabajo por el que pasaste largas noches de estudio e insomnio, una pareja con la que compartir mi vida y una familia ilocalizable para la parca.
Finalmente te conformas con vivir en un "zulo" compartido en el que se te va más de la mitad del sueldo que ganas friendo patatas en un "McDonald's" con la única compañía de las llamadas semanales de tu familia.

Y después de todo esto, ¿no crees que tus prioridades han variado demasiado con el paso del tiempo?, ¿no te queda la sensación que la segunda fase ha sido más fruto de la improvisación por capear el temporal que de tomar decisiones sosegadamente?

Entonces un día paras de verdad y desvías la vista hacia las personas de tu alrededor. Y resulta que todos tus sueños se fusionan y solo queda uno, que tus seres queridos estén bien.
Sueñas con que cada constipado, cada alergia, cada enfermedad que sufren se traspase a ti liberándolos a ellos.
Te rechazan en las entrevistas de trabajo, en las citas con algun@s chic@s, te rechazan en los bancos. En resumen, te rechaza la sociedad. Todo eso puedes soportarlo con envidiable estoicismo pero cuando alguien a quien quieres está en peligro la tierra tiembla. Eso significa que tu sueño, el único sueño que después de toda una vida de frustraciones te que se tambalea y conoces el verdadero significado del miedo.

En resumen. Debes vivir y codiciar todo tipo de banalidades para, con el paso del tiempo y la experiencia que eso conlleva, ser consciente de que lo único prioritario y verdaderamente valioso es el bienestar de las personas a las que amas.


PD: Espero que cese esta cascada de putadas.

domingo, 5 de mayo de 2019

Hablando de ella

Se supone que hoy es, en teoría, un día para honrar a nuestras madres. Un día para ensalzar cada una de sus virtudes y todo el sacrificio volcado en nosotros desde nuestro alumbramiento. (Ingratos nosotros que solo nos vale este día).

Hoy hablaré de memoria. La memoria de una mujer que me cae lejana en el tiempo y escasa en mi, por entonces, precoz recuerdo.
Sin más herramientas que un par de flashes en mi mente y un sinfín de fotografías de otro tiempo tuve que hacer una imagen mental para no olvidarla.
Mujer de la que heredé la discreta existencia, el moverse siempre en la sombra.
Pero no. no soy como ella. Ella se antojaba imprescindible para todo el que la rodeó. De ahí que doliera tanto su marcha.
Pero se fue. Se fue temprano, demasiado temprano y dejando un reguero de desamparo del que aún hoy, después de más de 22 años, aparecen restos en cada 13 de diciembre.

Y desde aquí me gustaría decirle a esa mujer que es mi abuela que puede sentirse orgullosa de su hija, que también es mi madre.
Puede sentirse orgullosa porque a pesar de lo prematuro de su marcha, consiguió tragarse las lágrimas que, por derecho, le tocaba derramar ante la pérdida de una madre solo para que ese dolor no se adueñara también de sus hijos (Hecho que a veces me hace sentir culpable).
Pero sobre todo, debe enorgullecerse porque hizo surgir en nosotros la curiosa sensación de sentirnos tan querido por una desconocida como pudo quererla ella.

Hoy, en el día de la madre, no he hablado sobre mi madre pero si es un homenaje hacia ella... Porque hablo sobre la suya.

sábado, 6 de abril de 2019

¿Tomamos otra?

Supongo que las segundas oportunidades no suelen funcionar porque, en su amplia mayoría, son fruto de un sentimiento de revancha que tenemos con nosotros mismos por no aceptar el fracaso de aquella causa que un día creímos intangible y que solemos traducir como el amor que aún existe hacia la otra persona pero que no son más que las ruinas de una antigua civilización que fue mortalmente diezmada por el abrasador odio y más tarde por el silencio glacial.
Agarrándonos a los "ochomiles" que coronamos con una pasión y un afán que acabaron mutando en condescendencia y olvidando por completo el vértigo que nos hizo caer, nos dejamos guiar entre la oscuridad por el eco del llanto lastimero de un amor que aún agoniza.

No siempre es así. Pero si que es verdad que casi por regla general, las segundas oportunidades en las relaciones entre las personas se precipitan, con el tiempo justo para haber perdonado pero no el suficiente como para superarlo. Como rehacer un castillo de arena inmediatamente tras el paso de la resaca.

No construiremos algo nuevo. La arena es la misma y más revuelta.
La ilusión óptica nos hace creer estar viviendo la historia como la primera vez, pero nada más lejos de la realidad.
Las circunstancias son parecidas pero no son las mismas. El mundo es similar al de tiempo atrás, no obstante, ha cambiado. Nosotros parecemos clones pero no somos, ni por asomo, los mismos. Perdimos nuestra "virginidad" dentro de nuestro micro-ecosistema. 
Creemos y ponemos de nuestra parte para autoconvencernos de que todo está en calma, que nunca hubo tempestad alguna, ni traición, ni resentimiento. Es como si el tiempo nos hubiera dado la oportunidad de rebobinar la franja de vida que compartimos para vivirla de nuevo.
Todo parece igual con la diferencia de la infección latente de desconfianza y amnesia selectiva que hace olvidar que esa relación que ahora se quiere emular ya tuvo su final abrupto correspondiente... Y el que se avecina será mucho más traumático.
Pero no, no manejamos el tiempo. No tenemos esa capacidad.
Es por ello que no podemos nacer de nuevo, ni siquiera podemos no haber conocido a esa persona. 
No podemos empezar desde "0" porque ya nos hemos conocido, nos hemos gustado, nos hemos enamorado y nos hemos desenamorando (aunque en ese momento aún no lo hayamos percibido). También nos hemos odiado, amado, vuelto a odiar y así varias veces hasta acabar en este limbo aterrador y frío. 

Cuando se ama y se odia a esas velocidades supersónicas el mareo es automático y también la incertidumbre. 
Entonces empieza a escasear el oxígeno, se deja de pensar con claridad y básicamente te mueves por inercia, por instinto. Tomas cualquier decisión que te mantenga con vida o, al menos, te haga sentir vivo.

Sinceramente pienso que toda esta parrafada se puede resumir en una sola frase: La sensación de no estar solo en el mundo es demasiado bonita como para renunciar tan fácilmente a ella.


Una segunda oportunidad en una relación debe ser producto de la apetencia y no de la necesidad o las carencias.


¿Segundas oportunidades?... Prefiero los nuevos comienzos.