martes, 4 de agosto de 2020

Lo intrincado del universo

Fue raro. Fue la primera vez que posé mi atención sobre un "espécimen" igual.
De ella no me atrajo su rostro (que también). Tampoco su físico (que también). Ni siquiera su simpatía (que también).
Lo que me atrajo sobre manera fue su madurez. Su madurez mental a la par que frágil.

Siempre he tenido la aspiración de tener una relación con alguien mentalmente estable ya que nunca fructificaron mis relaciones con chicas igual de inestables que yo o incluso más.
Esa estabilidad y serenidad que desprende hasta cuando camina, hablando claro, me pone. Me pone hasta el punto de no poder reparar en lo inviable de esta empresa.

¿Cómo un don nadie acomplejado y patético va a poder despertar sentimiento alguno en una persona con una vida sideralmente opuesta a la mía?
Es como si pretendiera partir desde mi caótico y minúsculo planeta llamado Fracaso montado en un avión de papel y salvar airosamente la inexpugnable atmósfera del suyo.

Piel suave y pintada.
Cabello oscuro y ligeramente ensortijado. Casi puedo leer su historia en su melena.
Semblante sobrio y mirada vulnerable.
Todo ello conjugado forma un pequeño sistema en el que orbitar plácidamente.
No existe gravedad, ni se demanda.
No hay atisbo de luz salvo la de sus ojos.
El único miedo en miles de años luz que existe es el temor al cataclismo que produciría el "Big bang" de la colisión entre mi imprudencia y su realidad.

Mi desasosiego es absoluto al pensar en la crueldad de los elementos.
Maldigo al tiempo, al espacio y a la puta materia por hacerla tan esquiva durante tantos años.
Distancia temporal tan grave que ahora siento el dolor de ese golpe que ya no existe.

Existen infinitos planetas y universos. Que los nuestros coincidieran, aunque sea en este tiempo de entreguerras, es una paradoja espaciotemporal tan retorcida como maravillosa.
Retorcida por el hecho de habernos cruzado a sabiendas de la incompatibilidad de nuestras atmósferas.
Maravillosa por saltar millones de galaxias intermedias por la simple razón de mostrarme un mundo bello, lejos de la toxicidad y las erupciones abrasadoras de energía.
Un mundo que, si estuviera deshabitado, poder colonizar y crear una nueva civilización.

En fin, no queda más que resignarse.
Yo seguiré orbitando en el vacío de este espacio y ella seguirá centelleando desde la inmensidad de su gran planeta. Grande y majestuoso a la par que frágil y cálido.

Creo que he acabado dilucidando que me gustan los amores imposibles, que los busco en cada rincón, en cada autobús, en el escaparate de enfrente y hasta en la vecina del ático.
Supongo que los amores posibles o probables carecen de la emoción suficiente para un tipo acostumbrado a vivir en una escombrera de sueños rotos.
Uno se acostumbra a vivir en un vertedero sentimental y deja de priorizar su felicidad en pos de su vanidad y autocompasión.

¡Objetivo cumplido!
Un amor frustrado más para engordar este decadente blog y una oportunidad menos para salvar este corazón del frío invierno.