sábado, 27 de junio de 2020

El suéter de lino

Hace unos días, al comprobar por puro morbo que la protagonista de mi último simulacro de relación amorosa ya tenía nuevo "perchero, cuelga-bolso" me he dado cuenta de una curiosa circunstancia.
Es graciosa y triste a la vez. Depende de los ojos con los que se mire o del día que haya tenido.

Resulta que casualmente, la mayoría de mis escasas relaciones sentimentales han tenido lugar al final de una estación o al principio de otra. En un tiempo de entre guerras. Mayoritariamente justo después del verano.
Me siento como el último helado en una fresca puesta de Sol tras el tedio, la última bola que se quita del árbol de Navidad y que significa el final de dicha festividad o ese ligue discotequero de última hora que alegra por lo inesperado pero estorba a la hora del desayuno. (O tal vez solo formaba parte de un casting del que fui rechazado).
Digamos que se me puede denominar como una prenda de entretiempo. Ese suéter de lino de las frescas tardes de septiembre.
Algo que se agradece tener a mano cuando tienes un apuro que te pesa cuando el tiempo mejora y el calor aligera el ambiente.
He dispensado abrigo y suavidad, y probablemente haya sonado algún que otro moco.

No es un reproche hacia nadie, ni siquiera hacia mi mismo. De hecho me resulta agradable sentirme útil. Lo malo es que después de sentirse útil no mola tanto sentirse inútil.
Te replanteas el sentido de ciertas cosas, te haces a un lado de la carretera, apagas el motor y acabas haciendo cuentas.
Parece que el reparto de dividendos no ha sido equitativo. Una parte se quedó con el calor, el cariño, la comprensión y la seguridad. Mientras que la para la otra mitad de aquella empresa solo quedaron cientos de bellas palabras vacías, balas intactas en el tambor, un pequeño vacío en mi librería y una historia más finalizada en mitad del prólogo.

Muescas en la culata.
Experiencias gratificantes o no, pero experiencias al fin y al cabo.
El día que sea capaz de definir el patrón de mi propia vida y encuentre, por fin, la paz conmigo mismo, quizás entonces, pueda dejar de ser ese suéter de lino.