martes, 21 de enero de 2020

18 años... Y parece que fue ayer

Aún recuerdo la insistencia de mi madre aquella tarde de invierno para que pasara la noche en casa ya que por circunstancias de trabajo de mi padre estuve un par de años en casa de mis abuelos.
Una vez en mi casa, mi madre, nos reunió a mi hermana y a mi en su cama y nos entregó un artilugio de plástico con un par de marcas rojas en una pequeña ventanita. No podía creerlo. Aquello que tanto queríamos por fin se cumplía. Íbamos a ser uno más en la familia... Que acabaría siendo una.
De repente parecía que nos habían dado los regalos de las 20 próximas navidades de golpe.
Desde aquel día ya nada sería igual. Todo había cambiado. Desde ese instante sabíamos que cada momento de nuestras vidas sería, al menos, un poco mejor.

Fueron meses increíbles, viendo como el vientre de mi madre crecía irremediablemente. La felicidad, la impaciencia y la curiosidad se apoderaban del ambiente.
Tras mucho tiempo debatiendo y a pesar de mi opinión, la decisión ya estaba tomada. Se llamaría Ainhoa.

Era 20 de septiembre. Cuando el mundo aún temblaba con aquel "11S" tan próximo y yo me volvía a adaptar mi casa, a mi colegio y a mis compañeros.
Ese día la ansiedad y la expectación flotaban en el ambiente de mi casa hasta que bien entrada la tarde sonó el teléfono. Mi padre nos comunicaba que tendríamos que hacer todos un pequeño hueco más en nuestras vidas pues ella ya estaba aquí.
Recuerdo con detalle el pescado que cenamos y lo poco que dormí aquella noche hasta que después de volver del colegio, al día siguiente, ni comimos y raudos fuimos hasta el hospital.
Al cruzar la puerta de la habitación, efectivamente, allí estaba. Aquello cuanto habíamos soñado estaba durmiendo como si tal cosa en una cuna de hospital.
Podía dormir tranquila, pues desde aquel día se convertiría en la prioridad de todos eclipsando todo lo demás.

La vi crecer. Sus primeros pasos y bailes al ritmo de la música de mi radio cassette y esos primeros balbuceos que soñaban con ser palabras. Aquellos paseos de domingo con mis amigos y en mis brazos, ella.
No fue una hermana. Nunca fue solo una hermana, pues con mis escasos 10 años hizo cambiar mi manera de ver el mundo por completo.
Ir al quiosco los domingos se convertía en la escusa perfecta para sacarla a pasear y presumir.
Pasé del nervioso insomnio por ver mis regalos de Reyes al de ver su reacción frente al árbol de Navidad.

Durante todos estos años he celebrado sus victorias, he sufrido con sus derrotas, he sangrado sus heridas y me he reído con sus chaladuras.

Hace 18 años nació Ainhoa Torrado Toro, mi hermana. La persona por la que hemos vivido tan to yo como mi hermana y por supuesto la matriarca.
Se que ahora va a empezar a volar, a volar en solitario. Pero eso no cambiará nada. Los sentimientos, la preocupación y protección seguirán intactos hasta el final de nuestros días.

FELIZ CUMPLEAÑOS, HERMANA.