martes, 2 de enero de 2018

Película velada de la niñez

La vida pasa tan deprisa que casi no tenemos tiempo de saborear los momentos felices ni de pararse a llorar nuestras desdichas.


Mucha gente pasa por nuestra vida y el tiempo es un tamiz que solo nos deja en la memoria a aquellas personas que han tenido peso.

El otro día me vino a la memoria una chica. No recuerdo su nombre ni su cara.
Solo recuerdo que hace 16 años, mi hermana pequeña con apenas un par de meses de vida, fue ingresada en el hospital de Minas de Riotinto aquejada de una bronquitis aguda.
Durante su estancia allí, en las largas esperas, mi otra hermana y yo conocimos en los pasillos de la zona de pediatría a una niña más o menos de mi edad que iba a ser intervenida en un par de días (no recuerdo de que). Durante ese tiempo compartimos largos ratos y nos hicimos amigos.
Después de su operación fuimos a su habitación, donde estaba también su madre y estuvimos con ella.
En breve, felizmente, le darían el alta a mi hermana y abandonamos el hospital.


El caso es que no volvimos a saber nada sobre esa chica.

En ocasiones he recordado esos angustiosos días, con mi hermana, en el hospital y también me ha venido a la mente esa niña y que habría sido de ella.

Ha pasado mucho tiempo pero me alegraría saber que se recuperó y que ahora es feliz.
Vivencias que, aunque leves, desafían al paso de los años.