martes, 23 de enero de 2018

Aquellos días naranjas de septiembre

Fueron días en los que el calor acuciaba y en los que la espalda dolía a causa del trabajo. Fueron los días del ocaso del verano.
Sin embargo, fueron días felices.

Ya, los recuerdos, quedan algo difuminados por el tiempo y el barro que acabó manchándolo todo.
Por doloroso que fuera el final me resulta inevitable sonreír al recordar aquel septiembre.
Tocar el cielo no parecía una idea tan descabellada pues casi se notaba en la yema de mis dedos.
Fue un periodo de tregua que yo mismo me di. Días de besos y risas. De nervios y de todo lo contrario... Días de fuego sofocado con caricias.

Me encantaba aquella absurda sensación de que todo era posible... De que ¡yo! era capaz de todo.
Daba igual que fuera de día o de noche, que los 40ºC  de la arena abrasaran mis pies descalzos o que tanta felicidad me estuviera cegando y alejando de la realidad.

Pero esos días hace tiempo que pasaron.
El calor se fue y llegó el invierno. El fuego se apagó con silencio y las caricias que se quedaron en el tintero no encuentran consuelo.

El interminable atardecer estival finalmente se anocheció.


Aunque parezca una derrota y una triste historia de un pobre hombre, nada impedirá que en mi recuerdo queden aquellos felices días de septiembre.