domingo, 14 de diciembre de 2014

Superego

Cuanto daño está haciendo el autoengaño en la evolución de nuestra sociedad. Autoengaño que ya no es tal, sino una realidad.

Todo tiene origen en la represión a la que hasta hace no mucho tiempo nos vimos impotentemente sometidos.
Tiempos en los que no teníamos permitido mirar más allá de lo que el "ser supremo" de turno quisiera.

Razones suficientes para que las nuevas generaciones hayan sido educadas en la libertad y la defensa de los derechos.
Yo soy el primero que aboga por la defensa de los derechos humanos, de la libertad de cada uno. Pero quizás hemos promovido la confianza y autosuficiencia de la población como individuos más que como individuos en sociedad. Y ello, creo que ha provocado que cada uno de nosotros nos creamos dueños de nuestra vida y héroes del colectivo.

Tal vez no seamos conscientes pero ese concepto que tenemos de nosotros mismos y con el que estamos plenamente realizados es muy pobre.
Vivir solo para alimentar el ego... Suena bien pero creo que no es suficiente.
Para nosotros, somos nuestra prioridad, nuestra necesidad, nuestro ser más querido; pero, ¿qué somos para los demás?

Pienso que la felicidad del individuo debe residir en él mismo y en el entorno que le rodea.
¿Cuánto tiempo es capaz de sobrevivir cualquier animal en un entorno hostil o en el que está poco familiarizado?
No olvidemos que el ser humano es otro animal, y que nuestro entorno a gran escala está lleno de depredadores.

Cada uno hace la guerra por su cuenta, pero la guerra no se puede ganar con un solo soldado.

Este mundo está más dividido que nunca. Dividido por intereses personales que lo único que hacen es brindarnos una satisfacción fugaz.

Parece que se nos está olvidando aquella sensación mágica al ver una sonrisa ajena provocada por nosotros, ser felices con la felicidad de la gente que queremos y sentir que ellos también lo son con la nuestra.

El amor está en franca decadencia sustituido por un arrogante individualismo.

Sinceramente, creo que todo es debido a que nos quedamos en la superficie por miedo a sumergirnos y ser incapaz de controlarlo todo.